Erase una vez un granjero muy preocupado y extremadamente atareado (vamos, como solemos estar todos normalmente), pues se le escapaban diariamente muchas gallinas del corral. El hombre corría y corría persiguiéndolas, y no tenía ni un segundo libre para descansar. Un señor que pasaba por allí, al verle correr le dijo:
- Oiga, ¡que tiene usted un agujero en la valla y por ahí es por donde se le escapan las gallinas!
- ¿Y qué pretende usted que haga? - dijo el granjero.
- Pues que arregle la valla.
- ¡No puedo! ¿Es que no ve que no tengo tiempo porque estoy todo el rato persiguiendo a las gallinas?
La moraleja de este pequeño cuento,
es que tenemos que aprender a diferenciar lo urgente de lo importante,
pues solemos dedicar nuestro tiempo a lo primero y nunca nos queda
tiempo para lo segundo. Y la segunda moraleja es que, esto que parece
sencillo, su aplicación luego en el día a día no lo es tanto.
La recompensa del trabajo bién hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bién hecho.
A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota.
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